La Agencia Mundial Antidopaje (AMA) define el dopaje sanguíneo como “el uso indebido de ciertas técnicas y/o sustancias para aumentar la masa de glóbulos rojos, lo que permite al cuerpo transportar más O2 a los músculos y, por lo tanto, aumentar la resistencia y el rendimiento”.
¿Qué es la EPO?
De todas las sustancias dopantes del ciclismo, la más conocida es la EPO. Se trata de una hormona producida por el riñón cuya función consiste en mantener una concentración constante de glóbulos rojos en sangre.
Los glóbulos rojos son los encargados de transportar el oxígeno en la sangre. Por tanto, si se recibe EPO de manera exógena, lo que se logra es una mayor oxigenación de los músculos, lo que induce a una aparición más tardía de la fatiga muscular.
En ciclismo es habitual esta práctica dopante, pero también en otros deportes de resistencia como el atletismo.
La fórmula actual para detectar si un ciclista ha recibido inyecciones de EPO es mediante un análisis de sangre y otro de orina. Antes del descubrimiento de estos métodos, la UCI acudía a pruebas para medir los niveles de hematocrito en sangre. Los dos sistemas, gasto cardíaco máximo y extracción máxima de O2, son con los que nacemos y son difíciles, quizás imposibles, de manipular para alcanzar valores más altos durante la competición. Con el gasto cardíaco, nuestra frecuencia cardíaca máxima alcanzable disminuye a medida que envejecemos. El volumen sistólico es con el que nacemos y no se puede manipular más allá de cierto punto.
En conductas legales, la extracción de oxígeno arterial funciona aproximadamente al 90 % durante el ejercicio máximo y es difícil de cambiar. La capacidad respiratoria mitocondrial se hereda de la madre. Cuando un deportista se dopa, estas cosas no se modifican.
La única variable que permanece abierta a la manipulación con respecto al aumento del rendimiento es la concentración de hemoglobina y el volumen sanguíneo. Esta es la base del dopaje sanguíneo.
Anteriormente en casos de superar el 50%, los ciclistas eran excluidos de las pruebas, pero sin ser sancionados, pues no se podía probar la utilización de EPO sintética. Sin embargo, todo cambió a partir del año 2000. Concretamente en los Juegos Olímpicos de Sídney, cuando por primera vez se pone en marcha un sistema que permitía encontrar la sustancia en la sangre, aunque no sin sus problemas. Un sistema que fue adoptado por la UCI en 2001 y que se fue perfeccionando con el tiempo, aunque como demostró Armstrong, quien nunca dio positivo pese a someterse a muchos controles a lo largo de su carrera, es probable que sin todo el éxito que se pretendía.
En medicina, la eritropoyetina se utiliza para prevenir o tratar la anemia. Formalmente se presenta en forma de líquido transparente y se puede administrar por vía intravenosa o inyectar bajo la piel. El medicamento en su denominación genérica se llama epoetina alfa, aunque también se puede encontrar como darbipoietin. Es importante tener en cuenta que su venta requiere de receta médica, por lo que no está al alcance de todo el mundo. El uso más habitual se da en aquellos pacientes sometidos a diálisis. Cuando los riñones no funcionan de manera correcta producen una menor de la cantidad de eritropoyetina de la normal, lo cual suele derivar en anemia.
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